Cuando un hijo muere: el duelo más profundo del alma


No hay palabras que alcancen para describir el dolor que provoca la muerte de un hijo. Ningún padre o madre está preparado para despedir a quien le dio la vida, para enterrar los sueños que habían imaginado juntos, para seguir adelante con ese vacío que parece no cerrarse nunca.

Perder a un hijo es, quizás, una de las experiencias más desgarradoras que existen. Es un antes y un después. Una herida en el alma que no sigue las “etapas del duelo” como otros tipos de pérdidas, porque no es una pérdida natural. Es un duelo contra natura. Como señala el tanatólogo Jorge Bucay, “no existe consuelo posible cuando muere un hijo, pero sí puede haber compañía, escucha y procesos de sanación que ayuden a transformar ese dolor en algo vivible”.

¿Cómo sobrevive una madre o un padre a esa pérdida?

La respuesta no es sencilla. Muchas veces no se trata de "sobrevivir", sino de aprender a respirar con el corazón roto. Los días se hacen largos, el tiempo se vuelve confuso y las emociones golpean de distintas maneras: tristeza, enojo, culpa, ansiedad, vacío. Todo eso es normal. Es parte del amor que se quedó sin destinatario.

Y aunque el dolor nunca desaparece por completo, con ayuda adecuada puede transformarse. Desde la tanatología, acompaño a los padres en este proceso para que puedan ir encontrando sentido, serenidad y una forma nueva —más espiritual y emocional— de seguir conectados con su hijo o hija.

Acompañar el duelo, no acelerar el proceso

No existen tiempos definidos para “superar” la muerte de un hijo. De hecho, no se trata de superarlo, sino de integrar esa pérdida a la historia de vida. Forzar la sanación solo genera más sufrimiento. Lo que sí puede ayudar es contar con un acompañamiento que permita hablar de ese hijo sin miedo, llorarlo sin culpa y recordarlo con amor.

He trabajado con madres y padres que al principio no podían levantarse de la cama, y con el tiempo lograron volver a vivir con propósito. No porque olvidaran, sino porque eligieron sanar. Porque el amor por sus hijos no terminó con la muerte. Solo cambió de forma.

Rituales y herramientas que sanan:

- Hacer un altar o espacio de memoria en casa. Colocar fotos, una vela, un objeto que lo represente.

Escribir un diario de duelo. Poner en palabras el dolor y los recuerdos ayuda a liberar emociones.

Hablar con alguien de confianza o con un terapeuta. No es necesario cargar el dolor en silencio.

- Participar en ceremonias simbólicas. Plantar un árbol, soltar globos, escribirle cartas.

Estas acciones no borran el dolor, pero sí lo hacen más llevadero.

Estás en todo tu derecho de llorar, gritar y necesitar ayuda

Si estás atravesando el duelo por un hijo, quiero que sepas que no estás sola ni solo. Tu dolor es válido. Tu historia merece ser escuchada con respeto, sin juicios ni prisa.

Como tanatólogo y terapeuta, puedo acompañarte en este camino. Te ofrezco un espacio donde el amor por tu hijo o hija pueda seguir existiendo, pero sin destruirte por dentro.

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Porque aunque el corazón se rompa en mil pedazos,

con amor, apoyo y tiempo… se puede volver a respirar.

Psic. Javier Peña



 





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