La confianza en uno mismo es clave para sentirnos bien y enfrentar la vida con seguridad. Sin embargo, cuando no nos valoramos lo suficiente, podemos llenarnos de dudas, miedos y pensamientos negativos que nos impiden avanzar.
Hoy quiero contarte la historia de Andrés, un joven de 25 años que llegó a consulta sintiéndose inseguro, sin motivación y con una autoestima muy baja. Su historia muestra que, con paciencia y esfuerzo, es posible aprender a valorarse y recuperar la seguridad en uno mismo.
Andrés y su lucha con la inseguridad
Desde pequeño, Andrés se sintió menos que los demás. Su hermano mayor era el orgullo de la familia, y sin darse cuenta, sus padres lo comparaban con él, haciendo que Andrés creciera con la idea de que nunca sería suficiente.
Con el tiempo, esta inseguridad lo afectó en muchos aspectos. Se esforzaba en la escuela y en el trabajo, pero nunca se sentía satisfecho con sus logros. Cada vez que algo le salía bien, pensaba que había sido por suerte, y cada error lo veía como una prueba de que no era lo suficientemente bueno.
En sus relaciones, temía que las personas lo rechazaran, por lo que evitaba decir lo que realmente pensaba. Prefería quedarse callado antes que correr el riesgo de que alguien no estuviera de acuerdo con él. Poco a poco, esto lo llevó a aislarse y a sentirse frustrado consigo mismo.
Cuando llegó a consulta, se describía como una persona que no tenía nada especial, que no destacaba en nada y que nunca lograría nada importante.
El camino para reconstruir su confianza
Desde el principio, le expliqué a Andrés que la forma en que se veía a sí mismo no era una verdad absoluta, sino una percepción influenciada por años de pensamientos negativos. Nuestro objetivo sería cambiar poco a poco esa forma de pensar y demostrarle que era mucho más valioso de lo que creía.
1. Detectar los pensamientos negativos
Lo primero que hicimos fue analizar cómo se hablaba a sí mismo. Andrés llevaba un diario donde anotaba las situaciones en las que se sentía inseguro y los pensamientos que tenía en esos momentos.
Pronto se dio cuenta de que repetía frases como:
- “Seguro que lo haré mal.”
- “No soy bueno en nada.”
- “Si intento algo nuevo, fracasaré.”
Al ver esto escrito, comenzó a notar lo duro que era consigo mismo y cómo estos pensamientos le impedían arriesgarse y creer en sus capacidades.
2. Cambiar la forma de hablarse a sí mismo
Uno de los ejercicios que hicimos fue cuestionar cada uno de estos pensamientos. Por ejemplo, cuando decía: “No soy bueno en nada”, le pedí que recordara momentos en los que sí había logrado algo.
Descubrimos que en el trabajo había recibido buenos comentarios, que sus amigos lo valoraban por su empatía y que, aunque él no lo notaba, había muchas cosas que hacía bien.
Con el tiempo, empezó a reemplazar sus pensamientos negativos por otros más realistas, como:
- “No siempre lo haré perfecto, pero puedo aprender.”
- “Tengo habilidades y cualidades que los demás valoran.”
- “Si fallo, no significa que no sirvo, sino que estoy aprendiendo.”
3. Salir de la zona de confort paso a paso
Uno de los mayores retos de Andrés era su miedo a equivocarse. Para superarlo, empezamos a hacer pequeños experimentos en su vida diaria.
Primero, le propuse que hiciera cosas sencillas, como dar su opinión en conversaciones o intentar algo nuevo sin preocuparse demasiado por el resultado.
Conforme fue avanzando, se atrevió a tomar iniciativas en el trabajo, hablar con más seguridad y darse el permiso de cometer errores sin castigarse por ello. Cada paso, por pequeño que fuera, le ayudaba a ver que era capaz de mucho más de lo que creía.
4. Tratarse con más amabilidad
Uno de los cambios más importantes en Andrés fue aprender a ser más compasivo consigo mismo. Muchas veces, nos hablamos de una forma en la que jamás hablaríamos a un amigo.
Así que le pedí que se imaginara que su mejor amigo pasaba por lo mismo que él. ¿Qué le diría? La respuesta siempre era mucho más amable y comprensiva de lo que solía decirse a sí mismo.
Aprender a tratarse con más cariño y comprensión fue clave para que Andrés dejara de sentirse tan inseguro y empezara a verse con más respeto y confianza.
Los resultados: Un Andrés más seguro y feliz
Después de varios meses de trabajo, Andrés logró un cambio importante.
Empezó a atreverse a hacer cosas que antes le daban miedo, a valorar sus logros y a confiar más en sí mismo. Descubrió que la seguridad no viene de ser perfecto, sino de permitirse aprender y crecer sin castigarse por cada error.
Hoy, Andrés sigue en su camino, pero con una nueva actitud. Ya no se compara tanto con los demás, no se deja vencer por el miedo y, lo más importante, ha aprendido a verse con los ojos de alguien que merece respeto y reconocimiento.
La autoestima se construye día a día
La historia de Andrés nos recuerda que la autoestima no es algo con lo que nacemos, sino algo que podemos construir con el tiempo.
Si alguna vez te has sentido como él, con inseguridades que te impiden avanzar, recuerda que no estás solo. Cambiar la forma en que te ves a ti mismo toma tiempo, pero es posible.
La clave está en identificar esos pensamientos que te limitan, aprender a hablarte con más amabilidad y darte la oportunidad de demostrarte de lo que eres capaz.
Si tú también quieres trabajar en tu confianza, empieza por dar un pequeño paso hoy. Cada cambio cuenta.
Psic. Javier Peña
- Beck, A. T. (1976). Cognitive Therapy and the Emotional Disorders. International Universities Press.
- Neff, K. (2011). Self-Compassion: The Proven Power of Being Kind to Yourself. HarperCollins.
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