Terminar una relación puede doler más que un golpe físico. Hay quienes logran dar vuelta a la página rápidamente, pero para otros, el recuerdo de esa persona sigue ahí, como una sombra que se cuela en cada pensamiento. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué cuesta tanto soltar a alguien aunque ya no esté? Hoy quiero ayudarte a entenderlo desde una perspectiva emocional y humana.
1. El amor genera un vínculo real en el cerebro
Cuando estamos enamorados, se activan en nuestro cerebro sistemas de recompensa similares a los que se activan con las adicciones. Así lo explica la doctora Helen Fisher, antropóloga biológica, quien ha demostrado en sus estudios que el cerebro enamorado libera dopamina, oxitocina y serotonina, sustancias que generan placer, seguridad y conexión. Es decir, cuando pierdes a esa persona, no solo pierdes una compañía, también experimentas un “síndrome de abstinencia” que te hace desear volver a verla, escribirle o saber de ella.
“El amor romántico es una adicción natural y a menudo maravillosa cuando es correspondido, pero devastadora cuando se pierde”— Helen Fisher (2004)
2. Idealizamos los momentos buenos (y olvidamos los malos)
Después de una ruptura, es común que el cerebro se aferre a los momentos felices, como si fuera un mecanismo de defensa. Esto hace que filtres los recuerdos, olvidando discusiones, decepciones o las razones por las que la relación terminó. Así, tu mente empieza a construir una versión editada de tu ex, lo que refuerza la sensación de vacío y nostalgia.
Un paciente me decía:
“No dejo de pensar en cómo me abrazaba cuando todo estaba mal. Sé que discutíamos mucho, pero extraño eso como si fuera lo único que importara.”
Ese tipo de recuerdos nos impide avanzar porque crean una idea romántica de una relación que, en realidad, ya no era funcional.
3. Tu identidad estaba ligada a esa persona
En muchas relaciones, sobre todo largas o muy intensas, construimos parte de nuestra identidad alrededor del otro: los planes, las rutinas, los proyectos, incluso tu forma de vestir o lugares favoritos pueden estar influenciados por tu ex. Cuando esa persona ya no está, una parte de ti se siente perdida.
No es solo la ausencia de la pareja. Es la ausencia de la versión de ti que existía con esa persona.
4. Miedo a la soledad y a empezar de nuevo
Aceptar el fin de una relación también significa enfrentarte a nuevas preguntas: “¿Y ahora qué?”, “¿Encontraré a alguien más?”, “¿Y si no vuelvo a sentir eso?”. Ese miedo puede hacer que te aferres a la idea de tu ex como una forma de evitar el vacío que implica volver a empezar.
Esto no significa que no seas capaz de sanar. Solo que el duelo necesita tiempo, honestidad emocional y, en muchos casos, ayuda profesional.
¿Qué puedes hacer para avanzar?
Aquí te comparto algunas sugerencias que he trabajado con pacientes en terapia:
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Escribe lo que no funcionó en la relación. No para juzgar, sino para recordar con claridad por qué terminó.
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No te castigues por extrañar. El amor no desaparece de un día a otro, y sentir tristeza no significa debilidad.
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Evita idealizar a tu ex. Cuando te sorprendas haciéndolo, pregúntate: “¿Era realmente así siempre?”.
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Rodéate de redes de apoyo, amistades y actividades que te reconecten contigo mismo.
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Busca ayuda profesional si sientes que no puedes con el dolor. A veces, hablarlo en un espacio seguro hace toda la diferencia.
Olvidar a un ex no es solo un proceso emocional, también es biológico, social y psicológico. Y aunque no hay una fórmula mágica para dejar de sentir, sí hay caminos para sanar, resignificar la experiencia y volver a construirte desde el amor propio.
No estás solo en este proceso. Lo importante no es borrar a tu ex, sino reencontrarte contigo.
Bibliografía
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Fisher, H. (2004). Why We Love: The Nature and Chemistry of Romantic Love. New York: Henry Holt and Company.
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Rojas Estapé, M. (2018). Cómo hacer que te pasen cosas buenas. Editorial Espasa.
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