Entre el cariño y la costumbre: cuando ya no somos pareja.



¿Alguna vez has escuchado a alguien decir: “Mi pareja y yo ya somos como roommates”?

O quizás tú mismo lo hayas sentido. No como una decisión consciente, sino como una realidad que se va instalando poco a poco, sin anuncios ni explicaciones.

Sucede cuando las caricias se vuelven mecánicas, las conversaciones pierden profundidad, y cada uno come, duerme, vive en la misma casa, pero por caminos paralelos.
Ya no hay conflicto, porque tampoco hay conexión.

¿Cómo llegamos hasta aquí?

Muchas relaciones no terminan con un portazo, sino con una puerta entreabierta.
Un distanciamiento progresivo, donde uno empieza a guardar silencios, el otro responde con indiferencia, y ambos, consciente o inconscientemente, empiezan a vivir por separado aunque compartan techo.

A veces pasa por:

  • El miedo a estar solos
  • La comodidad económica
  • El temor al cambio o a enfrentar decisiones importantes (como hijos, bienes, proyectos)
  • La ilusión de que "esto puede mejorar", aunque ya no haya acciones que lo sostengan

Vivir así tiene un costo emocional

Pasar de ser pareja a ser roommates no suena trágico a primera vista. Incluso puede sentirse como un alivio: menos tensión, menos exigencias.
Pero por debajo suele haber algo más complejo: una herida emocional no cerrada , un vacío afectivo disfrazado de tranquilidad.

Cuando esto ocurre:

  • Se empieza a valorizar más el exterior que el interior (“por fuera todo parece bien”)
  • Se evitan conversaciones profundas (“para qué hablar si ya no vamos a ningún lado”)
  • Se normaliza el malestar (“al menos no estamos peleando”)

Y así, el vínculo se transforma en una especie de contrato tácito: seguir juntos, pero sin construir nada en conjunto.

¿Qué hacer cuando ya no somos pareja, pero seguimos bajo el mismo techo?

Si reconoces esta situación en tu vida, no estás solo/a. Muchas personas atraviesan este estado intermedio, donde no están del todo dentro de la relación… pero tampoco fuera.

Aquí algunos pasos que pueden ayudarte a clarificar lo que está pasando:

  1. Reconoce lo que sientes: ¿Estás cómodo? ¿Indiferente? ¿Dolido? ¿Mentiroso contigo mismo?
  2. Reflexiona sobre el presente y no solo sobre el pasado: A veces mantenemos relaciones por lo que fueron, no por lo que son ahora.
  3. Habla con honestidad: Si aún hay comunicación posible, intenta expresar cómo te sientes, sin culpar ni atacar.
  4. Evalúa si esto es lo que quieres a largo plazo: Porque convivir sin conexión también es una forma de soledad.
  5. Busca apoyo profesional: Hablarlo con un terapeuta puede ayudarte a entender si lo que necesitas es reconstruir, reinventar o despedirte.

Cerrar capítulos también es una forma de cuidarnos

No hay una fórmula única para salir de esta situación.
A veces se puede recuperar la chispa, otras se descubre que ya no hay combustible.
Lo importante es no confundir la ausencia de dolor con presencia de bienestar.

Porque amar no es compartir casa, comida o rutinas.
Amar es querer seguir eligiéndose, incluso cuando duele, incluso cuando cuesta.

Si estás atravesando algo así, recuerda:
no hay vergüenza en reconocer que algo se terminó, aunque nadie haya firmado los papeles.

Psic. Javier Peña


Publicar un comentario

0 Comentarios