“¡No me pasa nada!”
“¿Y a ti qué te importa?”
“Déjame en paz.”

Frases comunes. Cortantes. A veces dolorosas para quienes las escuchan. Pero detrás de cada una de ellas, muchas veces hay algo muy distinto a lo que parece: un grito de ayuda que no sabe cómo nombrarse.

Durante la adolescencia, el cuerpo cambia, el cerebro se reorganiza, las relaciones se vuelven más complejas y las emociones llegan con una intensidad que puede ser abrumadora. Pero a diferencia de lo que ocurre con el lenguaje o las matemáticas, a los adolescentes rara vez se les enseña a nombrar lo que sienten.


¿Por qué les cuesta tanto expresar sus emociones?

No es falta de voluntad, es falta de herramientas. Muchos adolescentes no saben cómo decir que están tristes, porque solo han escuchado “no llores, eres fuerte”No saben cómo pedir ayuda, porque han aprendido que “los hombres no se quejan”. No saben cómo decir que se sienten solos, porque si lo hacen, les dicen “pero si tienes amigos”.

Y así, el malestar emocional se queda atrapado dentro, y termina saliendo de otras formas:

  • A través de la ira
  • Del aislamiento
  • De conductas impulsivas
  • De la adicción
  • Del autocontrol extremo o, por el contrario, del descontrol

El cerebro adolescente: todo fuego, poca brújula

Desde la neurociencia, sabemos que durante la adolescencia, el sistema límbico —encargado de las emociones— se activa con mucha fuerza. Pero la corteza prefrontal —la que regula, planifica y controla impulsos— aún está en desarrollo.

Esto significa que:

  • Sienten todo con intensidad
  • Reaccionan rápido
  • Pero les cuesta reflexionar antes de actuar

Como dice el neurólogo Francisco Mora, especialista en neuroeducación:

“El cerebro adolescente es como un coche con acelerador potente, pero frenos aún en construcción.”

Y sin herramientas emocionales, ese coche puede perder el rumbo.


Las emociones no dichas se convierten en síntomas

Cuando no se puede decir “estoy triste”, el cuerpo puede decirlo por ti: con insomnio, dolores sin causa médica, fatiga o ansiedad. Cuando no se puede decir “me siento solo”, el comportamiento puede decirlo: con aislamiento, adicción a pantallas o conductas de riesgo. Y cuando no se puede decir “necesito que me vean”, el grito puede ser silencioso… o devastador.


¿Cómo acompañar a un adolescente que no habla?

No se trata de forzarlo a hablar. Se trata de crear un espacio donde se sienta seguro para hacerlo… cuando esté listo.

Aquí algunas claves:

  1. Escucha sin juzgar: No todo lo que dice es para discutir. A veces solo necesita ser escuchado, aunque diga cosas extremas.
  2. Normaliza las emociones: Frases como: “Es normal que te sientas así”, “a mí también me pasaba” o “no estás loco, estás viviendo algo fuerte” pueden cambiar todo.
  3. Usa otros canales de expresión: No todos hablan con palabras. Algunos lo hacen con música, dibujo, deporte o escritura. Apóyalos en eso.
  4. Evita el interrogatorio: En lugar de “¿qué te pasa?”, prueba con: “parece que hoy estás más callado… ¿todo bien?”.
  5. Sé modelo emocional: Si tú nombras tus emociones (“hoy estoy cansado, necesito un rato solo”), él aprenderá que está bien hacerlo.

Invitación a los adultos: no es indiferencia, es vulnerabilidad

Detrás del silencio de un adolescente no siempre hay rebeldía. Muchas veces hay miedo, confusión, dolor o la sensación de no ser entendido, y si no le damos herramientas para expresarse, terminará expresándose de formas que duelen: para él, para ti, para ambos.


💬 ¿Necesitas ayuda para conectar con un adolescente que no habla?

Si este artículo toca algo en ti —padre, madre, docente, terapeuta o incluso adolescente—, recuerda: el silencio no es falta de amor. Es falta de lenguaje, y ese lenguaje se puede aprender.

Te invito a visitar mi blog donde encontrarás más artículos como este:

O si prefieres contactarme directamente, puedes hacerlo a través de:

📲 Instagram: @mentalizate7
🎙️ Escucha el podcast Mentelízate en todas las plataformas

Estoy aquí para acompañarte en tu proceso emocional, con empatía, ética y un enfoque humano.