Ver crecer a un hijo es uno de los procesos más hermosos y desafiantes de la vida. Durante años, organizamos nuestro mundo alrededor de su rutina, sus necesidades, sus sueños. Y luego, de repente, llega un momento en el que ese mundo empieza a girar sin nosotros: se van a estudiar, a trabajar, a vivir su propia vida.

Para muchos padres, este es un momento de orgullo… y también de desconcierto.
Porque aunque queremos que nuestros hijos vuelen, a veces nos quedamos mirando el cielo desde tierra, preguntándonos qué hacer con tanto espacio vacío.


¿Qué pasa dentro cuando el hijo se va?

Este proceso, conocido como “síndrome del nido vacío” , no es un trastorno clínico, pero sí una experiencia emocional real que puede afectar profundamente el bienestar psicológico de quien lo vive.

Muchas personas llegan a terapia diciendo frases como:

  • “Sé que hice todo bien, pero no entiendo por qué me duele tanto”.
  • “Me siento inútil ahora que ya no tengo que cuidar de él/ella todos los días”.
  • “No sé quién soy sin ser mamá/papá de alguien”.

Estos sentimientos no son signo de debilidad. Al contrario: son la prueba de cuánto amamos, de cuánto dimos y de cuánto nos involucramos en la vida de nuestros hijos.


Un duelo sin muerte, pero con pérdida

Desde la perspectiva de la tanatología y la psicología del duelo, este tipo de transición puede entenderse como un duelo anticipado : sabíamos que iba a pasar, pero igual duele. No es una pérdida física, sino simbólica: la pérdida de una etapa, de una forma de estar juntos, de un rol que definía parte de nuestra identidad .

Como dice Christophe Fauré , psiquiatra y autor especializado en el duelo:

“El duelo no solo se vive ante la muerte. Se vive cada vez que algo termina y no podemos volver atrás”.

Y eso es exactamente lo que pasa cuando el hijo se va: algo termina.
Y aunque empiece otra cosa, ese paso duele.

Las emociones detrás del nido vacío

Quienes atraviesan este momento pueden sentir:

  • Tristeza profunda , incluso sin motivo aparente
  • Ansiedad anticipatoria , miedo a que les pase algo a sus hijos lejos
  • Vergüenza por sentirse tristes , como si no deberían quejarse porque “todo está bien”
  • Pérdida de propósito , especialmente si gran parte de su identidad estaba ligada al rol parental
  • Ira o frustración , hacia sí mismos, hacia el hijo, hacia la vida

Ninguna de estas emociones es “mala”. Todas son válidas. Lo importante es no quedarse atrapado en ellas sin darles espacio para salir.

¿Cómo reconstruirse después del nido vacío?

  1. Reconocer el dolor : dejar de minimizarlo con frases como “ya tenía que pasar” o “debo estar feliz por él/ella”.
  2. Dar nombre a las emociones : escribir, hablar, expresar lo que se siente sin culpa.
  3. Revisar la identidad personal : fuera del rol de madre o padre, ¿qué más soy? ¿Qué proyectos dejé pendientes?
  4. Buscar compañía emocional : amigos, pareja, grupos de apoyo o terapia profesional.
  5. Crear nuevas rutinas : espacios y actividades que den sentido al nuevo capítulo de vida.

Invitación a sanar

No hay que tener vergüenza por sentirse perdido cuando el hijo se va.
Al contrario: es señal de que fuimos buenos acompañantes, de que amamos mucho, de que dimos lugar a que esa persona volara.

Pero también es momento de recordar: también tenemos derecho a seguir creciendo, soñando y cuidándonos a nosotros mismos .

💬 ¿Necesitas acompañamiento en este proceso?

Si este tema toca algo en ti, si reconoces en estas palabras algo de lo que estás viviendo o simplemente necesitas hablarlo con alguien que te escuche sin juzgar, no estás solo/a .

Te invito a visitar mi blog donde encontrarás más artículos como este:

O si prefieres contactarme directamente, puedes hacerlo a través de:

📲 Instagram: @mentalizate7
🎙️ Escucha el podcast Mentelízate en todas las plataformas
Psic. Javier Peña